El 20 de noviembre de 2008, el Nevado del Huila desencadenó una de sus erupciones más significativas en la historia reciente, generando flujos de lodo que transformaron los cauces de los ríos Páez y Símbola del Cauca. Municipios como La Plata, Paicol, Nátaga, Tesalia y Gigante fueron testigos del impacto devastador de la fuerza natural. Sin embargo, también fue un momento que evidenció el poder de la prevención y la organización colectiva.
La respuesta al evento fue posible gracias al trabajo articulado de los Consejos Municipales de Gestión del Riesgo, el monitoreo técnico liderado desde 1993 por el Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Popayán, y el uso de mapas de amenaza actualizados. Estas herramientas permitieron comprender el comportamiento del volcán y comunicar los riesgos de manera efectiva, minimizando las pérdidas humanas.
Isabel Hernández Ávila, jefa de la Oficina para la Gestión del Riesgo de Desastres del Huila, destacó la importancia de estas acciones:
«En este aniversario, hacemos un llamado a la reflexión y al compromiso colectivo. La gestión del riesgo no es tarea de una sola entidad o comunidad; requiere la unión de científicos, autoridades, medios de comunicación y habitantes para crear un círculo virtuoso que salve vidas.»
El impacto del evento de 2008 impulsó cambios significativos en las políticas públicas de Colombia. A través del CONPES 3667 de 2010, se asignaron más de $150.000 millones para reducir el riesgo de avalanchas en la región del Nevado del Huila. Estas medidas incluyeron la reubicación de familias en zonas seguras, la mejora de infraestructuras y la creación del Centro de Operaciones de Emergencias por Volcán Nevado del Huila en La Plata, consolidando un modelo de prevención a nivel nacional.
Aunque el Huila ha avanzado en su preparación, sigue siendo un departamento vulnerable a diversas amenazas naturales. Por ello, fortalecer la preparación desde los Consejos Municipales de Gestión del Riesgo y la conciencia comunitaria es un desafío constante.